La depresión es un trastorno del ánimo de origen biológico, caracterizado por una tristeza vital y profunda, que envuelve a la persona hasta afectar todas las áreas de su vida.
Algunos síntomas de la depresión son: ánimo bajo, incapacidad de sentir placer en actividades que solían ser agradables, fatiga, aumento/disminución de apetito, somnolencia/insomnio, disminución del deseo sexual, angustia, ansiedad, alteraciones cognitivas (atención, concentración, memoria, pensamiento enlentecido y negativo) e ideas de muerte, entre otros.
Es fundamental tratar esta enfermedad adecuada y responsablemente, ya que genera gran sufrimiento a la persona y a su entorno cercano. Además de producir un deterioro en el funcionamiento cotidiano, disminuye el desempeño académico y laboral, afectándose también las relaciones interpersonales.
Si no se realiza un tratamiento adecuado (irregularidad en la ingesta de medicamentos o dejar de tomarlos por “sentirse bien”), es muy probable que la persona se vuelva a deprimir en el corto o mediano plazo.
Generalmente escucho a algunas personas decir “llevo años de tratamiento contra la depresión y estoy igual”, han probado un sinfín de medicamentos, pero no ven cambios. Esto significa, que esa depresión, va más allá de lo “químico”, siendo necesario indagar, a través de la psicoterapia, aspectos de la personalidad que puedan estar manteniendo el cuadro clínico.